¿Cómo se celebraba el Carnaval en Quintanilla de Yuso?

Se denominaba día del Entroido y no era una fiesta de disfraces como las que se conocen ahora

Hace unos dos años, un profesor universitario me preguntaba cómo se celebraban los carnavales en Quintanilla de Yuso ya que estaba escribiendo un libro de la zona y quería hacer referencias a esta fiesta. Le tuve que explicar que no existían los carnavales como tal y que la denominación utilizada era día del Entroido.

A diferencia de otros pueblos de Cabrera donde en el Entroido salían las mascaradas, como es el caso de Cunas donde salían los campanones, el día del Entroido en Quintanilla de Yuso se celebraba de una manera muy particular. No contaba con ningún acto festivo ni diferente que se saliera de lo cotidiano, sin embargo ese día había ‘licencia para entroidar’.

Ya fuera durante el desarrollo de las labores diarias o en los ratos de asueto, se solía coger una buena bola de grasa negra, que se formaba en los ejes de las carretas, y se metía en un trapo. Y cuando alguien se descuidaba se sacaba el trapo lleno de grasa y se le ensuciaba la cara, o como aquí se denominaba se les entiñaba o entroidaba. De esta forma, “entroidándose” unos a otros, entiñando y escapando para no ser entiñado y entre carrera y carrera, se pasaba el día del Entroido.

Los campanones, en Semana Santa

Resulta llamativo, por la extraña fecha en que se celebran los campanones de Quintanilla de Yuso, la ubicación tardía en el calendario. En otros pueblos de Cabrera Alta se celebran a comienzos de año o el mismo día del Entroido. Sin embargo, en Quintanilla de Yuso, y hasta donde recuerdan los más mayores, esta mascarada se celebró «siempre» el domingo de Pascua o de Resurrección, al final de la Semana Santa. Así es, al menos, desde mediados del siglo XX. Las razones de ese aparente traslado quizá nunca las sepamos. Quizá para que no coincidiera con los campanones de Cunas, localidad muy cercana ubicada a poco más de un kilómetro (1.400 metros por la vieja senda del Fiyuelo), o por influencia de la siempre presente casa parroquial durante el pasado siglo. Es posible que alguno de los pertinaces curas de la localidad se empeñase en trasladar esta fiesta al día más importante para un cristiano, el domingo de Pascua, para así intentar engrandecer el día con este acto festivo o para tratar de cristianizar esta fiesta de origen pagano.

Los campanones de Quintanilla de Yuso, en una de sus últimas apariciones. Foto: S. Carracedo

Los campanones de Quintanilla de Yuso, en una de sus últimas apariciones. Foto: S. Carracedo

Al margen de la fecha, los campanones era un día de auténtica fiesta, sobre todo para los mozos del pueblo, que eran quienes lo organizaban. Todos ellos participaban de la mascarada y se revestían, o al menos hasta que se acababan las ropas destinadas a cambiarse de apariencia. Los personajes eran siempre los mismos. Hasta nuestros días han llegado los siguientes:

La vieya: vestía moradana (falda típica), aunque también podía llevar saya negra, mandil negro, chambra negra, mantón negro para tapar al niño (un muñeco que llevaba en brazos), pañuelo negro en la cabeza, medias negras, zruecos o galochas con zapatillas de casa. Lleva un cesto con paja trillada para que no se rompiesen los huevos que la gente del pueblo le iba dando. Se cubre la cara con un pañuelo o tela para no ser reconocida. Iba agarrada del brazo del vieyo.

El vieyo: traje de chaqueta y pantalón, gorra negra (boina) y cachaba. Se cubre la cara con un pañuelo o tela para no ser reconocido. Lleva un cesto para recoger el aguinaldo. Va agarrado del brazo de la vieya. En la espalda lleva una chepa rellena de paja, donde le golpean los otros personajes de la comparsa para que pida el aguinaldo a los vecinos.

El campanón tipo 1: capa negra o marrón (capotes o pesadas mantiellas de pardo marrón atadas al pecho), careta hecha de ‘cartaloxo’ (corteza del abedul) y caperuza con flecos o tiras de papel de periódico, tela o piel. Desde la década de 1980 suele ir coronada por una gorra (boina) o sombrero. Puede llevar algún instrumento para atizar o ensuciar a los vecinos del pueblo, normalmente, un palo o una vejiga hinchada. A la cintura, pueden llevar varios cencerros o no.

El campanón tipo 2: Lleva varios cencerros colgados de la cintura o en bandolera ya que debe correr detrás de los niños. Una piel de animal le cubre la cabeza y la cara, aunque si no le cubriera la cara se pintaría de negro. El cuerpo y las extremidades también irían cubiertas con ropa vieja o pieles de animales para que no se le reconozca. En la cabeza no llevaría caperuzo, pero sí pieles de animal o cuernos para emular a las bestias salvajes o a monstruos. Puede llevar algún instrumento para atizar o ensuciar a los vecinos del pueblo, normalmente, un palo o una vejiga hinchada.

El lloubo (lobo): Lleva varios cencerros colgados de la cintura o en bandolera ya que debe correr detrás de los niños. El cuerpo y las extremidades irían cubiertas con ropa vieja o pieles para que no se le reconozca. En la cabeza no llevaría el caperuzo, pero sí pieles de animal para emular a un lobo. Puede llevar algún instrumento para atizar o ensuciar a los vecinos del pueblo, normalmente, un palo o una vejiga hinchada.

El zancudo: este personaje iba subido en largos zancos. Una piel de animal le cubre la cabeza y la cara, aunque si no le cubriera la cara se pintaría de negro. El cuerpo y las extremidades también irían cubiertas con ropa vieja o pieles para que no se le reconozca. En la cabeza no llevaría el caperuzo, pero sí pieles de animal o cuernos para emular a monstruos o bestias salvajes.

Señorita: hombre travestido, moradana (falda típica), mandil, chambra, mantón cruzado y pañoleta (pañuelo de lino bordado) a la cabeza. La cara pintada y gafas, o un pañuelo por delante, evitaría ser reconocido por los vecinos. Zapatos de tacón, medias de seda, blusa, tetas postizas y bolso.

Señorito: iba endomingado y elegante, vestido con traje y en ocasiones con capa. En la cara una barba y una gafas, para tratar de ocultar su identidad, o un pañuelo, y sombrero moderno en la cabeza.

Cinco mozos encarnaban los personajes de señorita, señorito, vieya, vieyo y zancudo, el resto se revestía de campanones hasta donde llegaban las ropas y los elementos disponibles para no ser reconocidos por el resto de los vecinos. Pieles de animales y prendas grandes, usadas y antiguas constituían la principal fuente para revestirse. Lo normal es que se pintaran la cara o se enmascararan detrás de unas caretas o máscaras fabricadas por ellos mismos. No había dinero ni lugares para comprarlas. La diversión pasaba, muchas veces, por la persecución de los disfrazados, con palos y vejigas a los niños y a las mozas, que tendían a esconderse en las casas por temor, aunque en ocasiones eran sacadas por los campanones para correr detrás de ellas. En contadas o muy raras ocasiones gastaban bromas a los vecinos del pueblo, al fin y al cabo, de ellos dependía la cena de la noche. 

Menos carreras se daban los que se revestían del característico campanón de caperuzo, que llevan una careta realizada con la corteza del abedul, que en Quintanilla de Yuso se denominada ‘cartaloxo’. Tampoco corrían el viejo, la vieja, el señorito y la señorita, pero se disfrazaban de modo que no se les reconociera a ninguno. Incluso los más hábiles, además de revestirse, utilizaban largos zancos para asustar a los rapaces o para dar mayor vistosidad al acto. Los campanones se cubrían los cuerpos con pieles de ovejas o de perros, capotes etc. y para cubrir la cara y la cabeza se fabricaban caretas o caperuzas con agujeros para los ojos, con apariencia de lobos, zorros, osos y otros animales; o de cualquier cosa que pudiera asustar (monstruos). Los rostros que quedaban vistos habitualmente se teñían de negro, aunque se tapaban parcialmente con tiras de papel, tela o de piel que colgaban de la cabeza. El nombre de campanones tiene su razón en las campanas, (cencerros, esquilas y tupios), que estos personajes portaban colgados para mayor estruendo y agitación de los chiquillos.

En este peculiar pasacalles los vecinos del pueblo les daban huevos, chorizos y otros alimentos, incluso dinero, con lo que los mozos celebraban una cena y un baile al son de la gaita. El baile se hace al oscurecer, antes de la cena que la preparaba un vecino del pueblo. Con el dinero del aguinaldo se compraba el vino para la cena y el aceite para hacer las tortillas. Los campanones iban acompañados por los gaiteros del pueblo.

La tradición del Entroido se dejó de hacer, posiblemente en el siglo XX, no así la de los campanones que a pesar de que en algún libro muy ilustrado pone que finalizaron en los años 50, lo cierto es que se han venido celebrando con cierta frecuencia. Hasta la década de los 80 del pasado siglo se celebró de forma ininterrumpida y desde los 90 en todas las décadas no han fallado a la tradición. En los últimos años la Asociación Cultural San Yusto está tratando de recuperar viejos personajes, que los años y la despoblación han sepultado, pero que poco a poco volverán a hacer de las suyas en Quintanilla de Yuso.

Sirva esta información para agradecer enormemente a todos los mozos que se han metido alguna vez en el pellejo de un campanón (la lista es interminable) y a todas las personas que han hecho posible la superviviencia de esta tradicional mascarada hasta la actualidad.